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miércoles, 12 de marzo de 2008

Todas deberiamos ser geishas y dominatrices

Nació rebelde y lo sigue siendo a pesar de la fama y el buen pasar económico. Bien podría haberse aburguesado en su consagratorio papel de superstar del espectáculo, pero Moria Casán es una mujer que se transforma permanentemente, sin perder por ello su esencia. Moria fue, es y será Moria, como cuando a los 12 años decidió independizarse económicamente dando clases de danza para adquirir unas zapatillas chatitas negras, que le encantaban. Su padre podría habérselas comprado, pero ella no quería depender de nadie. Igual que hoy cuando no sólo se convirtió en mujer sino también en el referente para muchas de sus pares, se atreve a hablar de la condición femenina sin vueltas, a modo de celebración del Día Internacional de la Mujer.

Moria conversa y gesticula. Y, mientras lo hace, no puede resistirse al espejo que frente a ella le devuelve la imagen de una mujer escultural, imponente y visiblemente delgada.“¡Todo el mundo me dice que estoy increíble! Y me siento fascinada porque descubrí un renacer en la medicina ortomolecular. En la primavera pasada, por recomendación de Carlos di Doménico, fui por primera vez al consultorio del Dr. Rubén Mülhlberger, y ahí comenzó mi transformación. Me sometí a un tratamiento de medicina ortomolecular y me hicieron como un shock antiage. Es la medicina del futuro, totalmente biológica y nada dolorosa ni invasiva”, cuenta feliz con sus provocativas curvas la mujer que dice estar analizando un proyecto para volver a ser conductora en TV, mientras se prepara para una nueva temporada de “Bailando por un sueño”, en la que participará como jurado. Y, enseguida, continúa refiriéndose a la mujer argentina: “Sin dudas es la más mona y producida del planeta. Pero también es muy conservadora, nada jugada, por ejemplo, no se corta el pelo porque al marido no le gusta. Está siempre pendiente de lo ajeno y del qué dirán, con cero relax en cuanto a la vestimenta. Para ser una verdadera mujer, hay que crecer en libertad y no copiar clichés, sino ser siempre una misma”.

Es obvio que tampoco es fácil lograrlo: “No creo en las señoras con bigotes. De hecho hay mujeres que ocupan puestos de poder y siguen siendo femeninas. Tal vez las desestructuraría con respecto al vestuario. Les sacaría el tailleur y la camisita, para ponerles vestidos y ropa más moderna. A la presidenta de la Nación –Cristina Fernández de Kirchner- la veo bien, a pesar de que tengo cero coincidencia en lo ideológico. Pero me parece mejor que ella ocupe ese lugar y no un hombre”.

A pesar del fuerte temperamento de Moria, su ideal de hombre no es el sumiso y obediente: “Me gusta que tenga personalidad, y me conecto por piel, química y humor. Después se van dando otras cosas. No idealizo. No quiero un papito ni ser una mamita, y se puede ser una geisha o una dominatriz, incluso ambas cosas al mismo tiempo, si hay entendimiento. No tengo problemas con la pareja y si los tengo, la rompo. Todos mis hombres tuvieron carácter, pero no supieron llevar adelante la relación. No entendían cuando estaban con la persona y cuando con el personaje. Eso los vampiriza y terminan siendo como viudos de la fama”.

Por la vida de Moria pasaron muchos hombres, pero admite que no sabe cuántos: “Nunca hice un casting de sábanas, aunque no han sido pocos, reconoce entre risas, Digamos que fueron los suficientes como para que no me acuerde... Siempre tengo un `touch and go’ hasta que tengo pareja. En ese momento me hago monógama, pero siempre estoy con un hombre al lado”.

A pesar que la lista masculina es extensa, gracias a su excelente memoria jamás confundió el nombre de su compañero, ni siquiera el de los ocasionales “sex toy”. De todas maneras, confiesa que a veces en la intimidad les pone un nombre genérico. Sus apodos favoritos: “Bebé o Baby, Negrito, Papi..., depende de la personalidad del señor”.

Así pudo haberlo llamado a Andrés del Sol cuando lo conoció hace veinte días en un boliche gay, pero entre ambos surgió rápidamente “algo” que no les permitió separarse más, y desde entonces están conviviendo: “¡Estoy casada sin papeles, sin luna de miel ni nada! Andrés es mi sol y mi luna”, dice jugando con el apellido del joven, un empresario de Bahía Blanca que fue jugador de básquet de la liga nacional. “Entre nosotros fluyó todo de una manera increíble, y si se dio así es porque no pido prontuario y gracias a que me doy el permiso de vivir con un hombre que no conozco”.

Como dijo antes, lo importante es que haya piel. “De Andrés me sedujo su mirada y me gustó que me persiguiera toda la noche. De ahí nos fuimos a bailar a otro lado y no nos separamos más, salvo los dos días que tuvo que viajar a Bahía Blanca por su trabajo. También me atrajo que siendo muy varonil, se permita estar en un boliche gay, lo que me demuestra que es una persona de mente libre”

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