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jueves, 22 de noviembre de 2007

Cumplí el sueño de toda mujer

Si las historias de amor tuvieran puntaje, esta hubiera obtenido la más alta calificación. Cuando el viernes 16, a las 21:00, ella bajó del auto, una multitud agolpada en la puerta de la iglesia Nuestra Señora de los Buenos Aires, en el barrio de Caballito, coreaba su nombre. Ximena Capristo (30), la “Negra”, como la llaman cariñosamente, lucía blanca y radiante, como las novias de ensueño. Pocos pasos después estaba sobre la alfombra que la acercaría, lenta y rítmicamente, al gran amor de su vida, Gustavo Conti (32), el hombre del cual se enamoró hace seis años, en el reality “Gran Hermano 2”. Desde entonces, sus almas se fueron fusionando en un sentimiento inalterable. Pero, aun así, faltaba darle forma social y espiritual a esa intimidad lograda. Y es así que decidieron casarse para cumplir su anhelado sueño.

Para Ximena y Gustavo, fue una semana de profundas emociones que comenzó el miércoles 14, en el Registro Civil de la calle Uriburu 1022. Allí, los novios cumplieron con todas las formalidades rodeados de amigos y familiares, con quienes luego celebraron almorzando en un restaurante de Puerto Madero. El jueves y el viernes por la noche, millones de televidentes se entusiasmaban en cada una de las emisiones grabadas de “Patinando por un Sueño” cuando Capristo junto a su soñador, Marcelo Porce, realizaban performances con puntajes ideales de 30 puntos cada día. Todos felicitaron a la pareja de patinadores, que se lució danzando al ritmo de “Cuando un hombre ama a una mujer”.

Para el viernes 16, los novios planificaron muy bien cada momento previo a la ceremonia religiosa. Gustavo Conti pasó toda la tarde en Le Chateau Spa, en Villa del Parque, en donde le hicieron una exfoliación corporal a base de jengibre, café y canela con aceite de sésamo para preparar su piel. Ximena Capristo, por su parte, se reunió al mediodía con sus amigas de toda la vida en el hotel Colón, en Carlos Pellegrini al 500. Luego de almorzar, todas se refugiaron en una suite del piso 12, con una hermosa vista al obelisco. Ximena, en jogging y con una remera estampada con la Pantera Rosa, disfrutó cada minuto de conversación y bromas, hasta que a las 17:30 empezó a ser maquillada por Celeste Uría. Recién a las 18:10, Ariel Leggerini, de Nuevo Club Buenos Aires, se dispuso a peinar a la novia. “Necesito algo cómodo”, le pidió ella al estilista. En un ambiente muy distendido, donde todas las damas presentes terminaban de “producirse”, llegaron Gabriel Matteucci y Demián Brugiatelli, diseñadores de la marca Imperio Indígena, con el vestido de novia y los zapatos.

A las 21:00, la entrada de la iglesia Nuestra Señora de los Buenos Aires era un hervidero. La novia bajó de un Chrysler 3000, de la agencia EP card de Tito Castro, un poco retrasada por el tráfico. Con paso decidido, tomó del brazo a Antonio Conti, padre de Gustavo, e inició su marcha nupcial hasta el altar. El pequeño Lucas (6), ahijado del novio, llevó las alianzas, creaciones de Testorelli. En el otro extremo de la majestuosa parroquia esperaba Gustavo, junto a Rosita Tocci, la madre de Ximena.

El vestido de la novia estaba hecho en muselina de seda natural, con encaje francés, forrado en satén, bordado con cinco mil cristales Swarovski, con corte sirena, la espalda muy pronunciada, un buen escote y una cola desmontable. Los zapatos bordados eran de taco muy alto. El ramo estaba hecho de orquídeas naturales.

Gustavo Conti lució un traje gris perla diseñado por Daniel Casalnovo, con un levitón de crêpe acanalado francés, con vivos en raso opaco de seda en la solapa, pantalón chupín, un chaleco de otomán importado y un corbatón con una piedra Swarovski, junto a unos elegantes gemelos.

Durante la ceremonia, Silvina Luna, quien lució un elegante vestido dorado de “Las Oreiro” y zapatos color violeta de Ricky Sarkany, leyó un texto de la Biblia que hizo emocionar a los novios. En una de las primeras filas, Soledad Silveyra e Iliana Calabró se mostraban también muy sensibles. Quisieron estar presentes aunque luego no pudieron ir a la fiesta.

El oficio religioso estuvo a cargo del padre Hugo Rodríguez y duró aproximadamente 20 minutos. Luego de dar el sí y prodigarse el beso emotivo de rigor, los novios salieron con el sonido de trompetas del coro de la iglesia.

Poco después de las diez de la noche, empezaron a llegar los primeros invitados al Salón Palacio Leloir, una majestuosa mansión de estilo francés. La primera en asistir fue Anamá Ferreira con su hija Taina. Luego le siguieron “El Chino” Volpato y su mujer, Mirtha, Silvina Luna con su novio, Martín, Natalia Fassi y su hermano, Sabrina Rojas y su novio, Juan Pablo, Ana Acosta, María Eugenia Ritó y su marido, Marcelo Salinas, Claudia Fernández, Adriana Salgueiro y Alejandro Arellano, Sergio Gonán con su mujer, Viviana, Anita Martínez, Gladys Florimonte, Evangelina Anderson, Natalia Fava y Santiago Almeyda.

Los novios llegaron al salón a las 23:05, y avanzaron por una alfombra roja por el medio del parque. Los invitados los esperaban al aire libre, bajo un cielo estrellado, comiendo canapés y tomando jugos, vinos y champán. Luego, ingresaron al salón, en cuya ambientación predominaban los colores dorado, violeta y colorado, tonos elegidos por Micaela Danazzo y Javier Pita, los wedding planner del evento. La mantelería era blanca con caminos (en mesas) y fajas (en sillas) dorados. Los centros de mesa estaban constituidos por rosas rojas y bases de vidrio, más pétalos sueltos, creaciones de Flores Dany. La iluminación generaba un efecto violeta en las paredes laterales. El menú para los 200 invitados estuvo a cargo de Catering Schuster, que incluyó una gran variedad de fiambres, pescados, sushi y ostras. También hubo opciones light, un plato principal con pollo y lomo, y una importante barra de tragos.

Los novios ingresaron bajando por una escalera de mármol que da directo a la pista, bajo una lluvia de corazones rojos y rodeados de humo, mientras en una pantalla gigante se proyectaban imágenes de escenas de Ximena y Gustavo en Gran Hermano, videos a cargo de Estudios Mazza. Los amigos del novio lo levantaron en andas y luego comenzó el baile con el clásico vals de Strauss, seguido de una tanda de reggaetón. Luego del primer plato, hubo una tanda de baile con música de los ochenta. A la novia, de tanto bailar, se le salió el taco de uno de sus zapatos. De todas maneras, tenía previsto un cambio de ropa: un vestido de novia corto, más sensual y cómodo, que incluía botitas. En uno de los breaks, el showman Gustavo Moro imitó a Moria Casán y realizó una coreografía con sus bailarinas. Después invitó a las amigas de Capristo a la pista para colocarles las ligas. Uno de los momentos más divertidos fue cuando Gladys Florimonte imitó a Zulma, su personaje de enamorada de Marcelo Tinelli, y se avalanzó sobre el novio.

A las 4 de la mañana trajeron la torta de varios pisos y las damas tiraron las cintitas. Silvina Luna se sacó el anillo. Alrededor de las cinco, entregaron el cotillón de Magic World, con gorros de Boca, de sapos y pulpos. El momento fue musicalizado con una tanda de rock nacional y ambientado con una lluvia de papelitos colorados, dorados y violetas. El souvenir de la fiesta fue muy original: era una réplica en miniatura de los novios, ella con patines y él con zapatos.

A las 7:30 se fueron los últimos invitados. Los novios, junto a veinte amigos, siguieron los festejos en su casa de Caballito. Se irán de luna de miel recién en marzo, ya que ambos tienen que trabajar en la temporada cordobesa, en Villa Carlos Paz —Ximena con “El champán las pone mimosas” y Gustavo con “Más locas que una vaca”, junto a Tristán—. El destino no está previsto, aunque puede ser Haití. “Primero quería formalizar, ahora, a su tiempo, vendrán los hijos. He cumplido el sueño de toda mujer”, dijo Capristo quien se casó con el amor de su vida, pero no olvidó el sueño de su patinador, ya que su vestido de novia se subastará, y lo recaudado se donará a la Fundación Flexar, que asiste a niños con cáncer. Porque la “Negra” recibió muchos regalos en su semana soñada, pero no podía ser completamente feliz sin cultivar la humanidad que la llevó a estar donde está.

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